Conjunto de elementos organizacionales (objetivos estratégicos, departamentos, procesos, tecnología, personal, etc.) que configuran y constituyen una compañía. Desde la perspectiva de la arquitectura empresarial estos elementos tienen entre sí relaciones específicas que buscan garantizar la alineación de toda la organización, es decir, incluir los niveles más altos, es decir los estratégicos, y también los más bajos, los operativos, con el fin de optimizar la generación de productos y servicios que conforman la propuesta de valor entregada a los clientes. Tener una perspectiva arquitectónica es importante porque desde esta la entidad puede verse como un todo integrado que funciona de manera coordinada con una meta común para todas las partes de la operación.
Además de ser el conjunto de elementos organizacionales, también se entiende arquitectura empresarial como una práctica de análisis holístico hecha en las organizaciones: “la arquitectura empresarial es una práctica gerencial y tecnológica que busca mejorar el desempeño de las compañías al permitirles verse a sí mismas desde una visión integral y holística sobre su dirección estratégica, sus prácticas de negocio, los flujos de información y los recursos tecnológicos” (Bernard, 2012). Por eso, la arquitectura empresarial es una herramienta clave de la gerencia de las organizaciones para la toma de decisiones inteligentes, decisiones que toman en consideración todos y cada uno de los aspectos de la operación del negocio y las conexiones que hay entre ellos. Carecer de arquitectura empresarial implica una actividad desorganizada y sin sinergia, lo que significa una desventaja decisiva en el mundo empresarial actual, basado en la velocidad de la tecnología.